miércoles, 12 de noviembre de 2014

RECIÉN OPERADA

Ayer me bajaron al quirófano a las nueve y pico de la mañana. A pesar de que en ningún momento tuve miedo, sí hice un poquito de drama con mi santo marido y le dije lo que había que hacer si me pasaba algo.

Pasado ese momento telenovelesco recuperé mi buen humor y entré al quirófano sonriendo. Casualmente salí igual de contenta dos horas después, así que supongo que la anestesia me dejó la sonrisa dibujada en la cara.

Bendigo al que inventó la anestesia. Parece ciencia ficción que te puedas echar un sueñecito de lo más placentero mientras unas cuantas personas ataviadas con batas, guantes y mascarillas amputan uno de los símbolos más visibles de tu feminidad.

Me recuperé de la anestesia bastante rápido y lo primero que sentí fue hambre, mucha hambre, pero no me dejaron comer hasta varias horas después. Para saciar mi voraz apetito me dieron garbanzos con chorizo, morcilla y jamón de primer plato y pollo con patatas fritas de segundo. Una dieta muy apropiada para quien se acaba de despertar de una anestesia general. 

Mención especial merece el momento de hacer el primer pis. No me dejaban levantarme de la cama, así que lo tuve que intentar con la cuña. No hay cosa más difícil ni escena más cómica que estar tumbada en la cama del hospital intentando hacer pis en un cacharro de plástico y que tres caras (marido, madre y padre) te estén observando fijamente a ver si el chorrito sale o no sale. Así que les mandaba a todos al pasillo. Pero aún así no hubo manera de evacuar en esa cosa. Tuve que levantarme e ir al baño. Y entonces me di cuenta de que estaba estupendamente y podía caminar. Unos auxiliares de enfermería me dijeron que era muy raro levantarse de la cama con esa energía después de una anestesia general. Pero así soy yo. Rabo de lagartija como dice mi hermano.

Ha pasado un día y medio desde que me operaron y no he sentido dolor en ningún momento. Estoy enchufada a una especie de cantimplora que hace las veces de bolsito clutch cuando salgo a pasear por el pasillo y que está llena de un cóctel de analgésicos y calmantes. 
Eso por el lado izquierdo. 
Por el derecho llevo colgando la botella de drenaje a la que cariñosamente llamo litrona. 

Voy a terminar este post hablando de mi nueva teta que es perfecta. Me daba miedo mirarme cuando me desperté y ahora no puedo dejar de hacerlo. Sólo llevo una gasa que cruza transversalmente la mama reconstruida, con lo que puedo ver perfectamente el resultado. Y me encanta. Cada vez estoy más contenta de mi decisión de reconstruirme en el momento. Tan encantada estoy que no veo el momento de arreglarme la otra.

Una etapa más concluidaAhora falta saber lo que dice el patólogo y esperar a empezar la radio.



2 comentarios: