domingo, 22 de marzo de 2015

PRUEBAS Y MÁS PRUEBAS

Ha llegado la primavera y con ella mi primera revisión. 

Desde aquel fatídico día en que me dijeron "tenemos el diagnóstico y es cáncer" han pasado justo 11 meses. ¡334 días! Se dice pronto, pero es una eternidad.

Por suerte todo llega a su fin y lo que parecía interminable es cosa del pasado. Los tratamientos ya son historia, el pelo sigue creciendo y mi cuerpo vuelve poco a poco a su ser. A veces me siento tan bien que es como si nada hubiera pasado. Tengo ganas de salir a la calle y gritar "me he curaaaaaado".

Pero no todo es tan bonito. Estos días me toca la revisión de los tres meses (o la del año, depende desde donde se empiece a contar). Tengo la agenda repleta de pruebas médicas y siento que cada una de ellas es un nuevo obstáculo que me impide dejar atrás toda esta pesadilla. 

Ya comenté en un post anterior que tengo muchísima ansiedad. Luisa me dice que es normal, que a todas las personas que hemos tenido cáncer nos dan pánico las revisiones y que con el tiempo ese temor se va atenuando y te acabas tomando las cosas con mucha más naturalidad. Para mí es la primera vez, así que tengo miedito.

Entre las pruebas que me han mandado la oncóloga, la ginecóloga y la reumatóloga voy a pasar toda la semana yendo y viniendo del hospital. 
  • Resonancia de mama (me la hacen en el hospital Torrejón como parte del estudio pre quirúrgico para la operación del otro pecho).
  • Eco de mama.
  • Mamografía.
  • Eco abdominopélvica.
  • Radiografía de tórax.
  • Densitometría ósea.
  • Analítica completa (incluyendo marcadores tumorales, hormonas y vitamina D).
Confío en que estos días pasen rápido, los resultados sean buenos y pueda brindar en Semana Santa con un buen vino.

ZUMBA

Haz deporte, me dijo la oncóloga. Y yo, como soy muy obediente, voy tres o cuatro días a la semana al gimnasio.

Un día salía de clase de spinning medio muerta y pasé por una sala donde un montón de  chicas bailaban mientras una samba sonaba a todo volumen. Al frente, sobre una tarima, cadera va, cadera viene, un monitor negro guiaba los pasos.

"Aquí tengo que estar yo", pensé.

Dicho y hecho.

Ese día descubrí una nueva forma de hacer ejercicio. Para las que estén menos familiarizadas con el término zumba, se trata de moverse durante una hora a ritmo de salsa, bachata, samba o cualquier otra música con la que te deleite el monitor. El caso es bailar.

Desde entonces estoy enganchadísima y se lo recomiendo a todo el mundo. Saltas, mueves todo el cuerpo, sudas como un pollo y lo mejor de todo es que es tan divertido que lo haces casi sin darte cuenta.

No soy ni mucho menos una experta, sino todo lo contrario. Poco a poco voy mejorando mis dotes de bailarina y hasta he descubierto que mi cadera de madera puede separarse de mi columna y moverse de forma independiente.

Así, entre el mambo, el rock and roll y la bachata me olvido de todo y se me pasan más rápido estos días de espera antes de ir a por los resultados de todas mis pruebas.

Más noticias el próximo día 16. Hasta entonces ¡a bailar!

miércoles, 11 de marzo de 2015

TURBULENCIAS

Estos días estoy inquieta.

No sé si es por la vuelta al trabajo, que altera mi rutina del último trimestre, o porque dentro de un par de semanas me toca la primera revisión, la de los tres meses.

Definitivamente es por la revisión. 

Tengo miedo. Me siento insegura y vulnerable. Tengo la sensación de que el bicho ha vuelto y que se ha instalado en alguna parte de mi cuerpo.

La tensión hace que se me encojan los hombros, la lengua se me pega al paladar, los dientes están tan apretados que empiezo a plantearme seriamente si no estaré empezando a sufrir bruxismo y, para colmo, no pego ojo. 

Todos estos síntomas me provocan contracturas y dolores en la espalda y las articulaciones que inmediatamente asocio a la metástasis. Me entra pavor, se me vuelven a encoger los músculos y así sucesivamente.

Sé que el miedo es algo irracional que nos hace más mal que bien, pero no lo puedo evitar. Estoy constantemente alerta y cuando me doy cuenta trato de calmarme y corregir las posturas de mi cuerpo y mi boca. Pero no lo consigo. 

Tengo ansiedad, lo sé. El trabajo me ayuda a mantener la mente ocupada, pero nada salvo un diagnóstico médico favorable va a poder tranquilizarme.


Si a alguien le da miedo volar entenderá perfectamente como me siento. La sensación es la de estar volando a 10.000 metros de altitud y atravesar una zona de fuertes turbulencias. Tu lado racional te dice que no va a pasar nada, que es normal que el avión se mueva, que ya lo has vivido otras veces. Pero el miedo hace que pienses en la posibilidad de que el avión se caiga (lo cual es bastante improbable). Sabes que es irracional y tratas de calmarte, pero no lo consigues.

Hoy me toca sesión con la psicóloga (gracias Luisa por ayudarme) y el mes que viene empiezo un curso intensivo de mindfulness con el que seguro voy a conseguir controlar las emociones, el estrés y sobre todo el miedo.

Y dormiré relajada y feliz pensando que las turbulencias son sólo eso, turbulencias. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

LA VUELTA AL COLE

Muy contenta y con nuevo look he ido hoy a la oficina después de cuatro meses de baja. 

La entrada ha sido triunfal. Todo el mundo se alegraba de verme y me han dicho que estaba guapísima. ¡Así da gusto! Para mí la sensación ha sido como si el tiempo no hubiera pasado.  

Desde el día D (diagnóstico) hasta hoy han pasado diez meses y medio, de los cuales he estado de baja seis. Los dos primeros los necesité para asimilar lo que me estaba pasando, tomar consciencia de mi enfermedad y aprender a alimentarme y cuidarme para que todo fuera más llevadero.

Recobré las fuerzas y volví a trabajar en julio en pleno tratamiento de quimioterapia. A pesar de que ir a la oficina me mantenía activa y con la cabeza en funcionamiento, había días en los que tenía que quedarme en casa porque no me podía mover.    

La siguiente baja la cogí una semana antes de la operación. Han sido cuatro meses durante los cuales he pasado por una mastectomía, quince sesiones de radioterapia, veinte de rehabilitación, nosecuantas charlas con la psicóloga y cientos de visitas al hospital. 

Aunque no todo ha sido malo. También he descansado, he paseado kilómetros y kilómetros, he pasado días enteros con mi marido, he disfrutado de mis amigas y de mi familia y hasta he hecho un pequeño viaje por la Costa Brava que me ha sabido a gloria.

Estoy encantada de haber vuelto a la oficina. Tengo la suerte de tener un trabajo que me gusta y unos compañeros con los que no paro de reirme (Mari Chuli, te voy a echar mucho de menos). No es que yo sea una adicta al trabajo, ni mucho menos, pero volver a hacer vida normal significa que me he curado, que ya ha pasado todo. Vuelvo con las fuerzas renovadas y con toda la energía para comerme el mundo. 

Eso sí, despacito y "poc a poc" como dicen en Menorca.

Mi nuevo look. 5 meses después de terminar la quimio.