miércoles, 11 de marzo de 2015

TURBULENCIAS

Estos días estoy inquieta.

No sé si es por la vuelta al trabajo, que altera mi rutina del último trimestre, o porque dentro de un par de semanas me toca la primera revisión, la de los tres meses.

Definitivamente es por la revisión. 

Tengo miedo. Me siento insegura y vulnerable. Tengo la sensación de que el bicho ha vuelto y que se ha instalado en alguna parte de mi cuerpo.

La tensión hace que se me encojan los hombros, la lengua se me pega al paladar, los dientes están tan apretados que empiezo a plantearme seriamente si no estaré empezando a sufrir bruxismo y, para colmo, no pego ojo. 

Todos estos síntomas me provocan contracturas y dolores en la espalda y las articulaciones que inmediatamente asocio a la metástasis. Me entra pavor, se me vuelven a encoger los músculos y así sucesivamente.

Sé que el miedo es algo irracional que nos hace más mal que bien, pero no lo puedo evitar. Estoy constantemente alerta y cuando me doy cuenta trato de calmarme y corregir las posturas de mi cuerpo y mi boca. Pero no lo consigo. 

Tengo ansiedad, lo sé. El trabajo me ayuda a mantener la mente ocupada, pero nada salvo un diagnóstico médico favorable va a poder tranquilizarme.


Si a alguien le da miedo volar entenderá perfectamente como me siento. La sensación es la de estar volando a 10.000 metros de altitud y atravesar una zona de fuertes turbulencias. Tu lado racional te dice que no va a pasar nada, que es normal que el avión se mueva, que ya lo has vivido otras veces. Pero el miedo hace que pienses en la posibilidad de que el avión se caiga (lo cual es bastante improbable). Sabes que es irracional y tratas de calmarte, pero no lo consigues.

Hoy me toca sesión con la psicóloga (gracias Luisa por ayudarme) y el mes que viene empiezo un curso intensivo de mindfulness con el que seguro voy a conseguir controlar las emociones, el estrés y sobre todo el miedo.

Y dormiré relajada y feliz pensando que las turbulencias son sólo eso, turbulencias. 

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