domingo, 7 de septiembre de 2014

MI PRIMERA SESIÓN DE QUIMIO

Fue un caos.

Hay que imaginarse al paciente (yo) que llega al hospital no para hacerse un chequeo, ni un análisis, ni una ecografía, sino para darse su primera sesión de QUIMIOTERAPIA. Suena fuerte, ¿verdad?

Era viernes 16 de mayo.

Tenía cita con la oncóloga a las 11.20 y la sesión de quimio a las 12.15. Cuando entré a la consulta una hora más tarde de lo previsto, la doctora se dio cuenta de que no me había dado el volante para la analítica pre quimio (indispensable para ver como están las defensas) ni me habían hecho la resonancia magnética. ¡Y yo que pensaba que ya no quedaban más pruebas posibles!

Las analíticas pre quimio se hacen entre las 8 y las 10 de la mañana o entre las 2 y las 3 de la tarde, por lo que cuando subí a las 12 de la mañana me pusieron todo tipo de pegas. Por fin consigo que me saquen sangre y me dicen que los resultados se los pasan directamente a la oncóloga y que ella no vuelve hasta las 4.

Total, eran las 5 y pico cuando empecé.

La sala de quimio es como una sala VIP de un aeropuerto solo que llena de enfermos, enfermeras y cables. La gente está en sus butacones reclinables enchufada a sus medicamentos mientras lee, duerme, come patatas fritas o charla con sus acompañantes. Nada dramático. Todo lo contrario.

Me pinchan en vena porque el porta aún no había cicatrizado. Mi quimio duraba más o menos 90 minutos entre la medicación previa y el taxol. Al lado me tocó una señora que estaba enchufada 5 horas cada vez. Pobre mujer. Tuvo la “delicadeza” de contarme todos los efectos secundarios que me esperaban en las semanas venideras. Así, para que me fuese mentalizando.

Por suerte no tuve ningún síntoma post tratamiento. Un poco de sueño al tercer día. Nada que no se cure con una buena tarde de sofá y peli.

Y así durante todas las sesiones de taxol. 

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