jueves, 8 de enero de 2015

Y YO CON ESTOS PELOS

Tres meses después de terminar la quimio por fin me he desmelenado. No en el sentido literal de la palabra porque melena, lo que se dice melena, no tengo. Pero mi cabeza ya está cubierta del todo, así que he decidido dejar de esconderla.

Mi pelo no mide más de un centímetro, pero ya estaba cansada de gorros, pañuelos, turbantes y demás prendas para cubrir la testa. La peluca, a la que cariñosamente apodamos "la rata" (en el argot oncológico se llama prótesis capilar), dejé de usarla hace tiempo. Además de que nunca me acostumbré a ella, es imposible ponérsela en casa cuando te empieza a salir el pelo porque con los adhesivos te lo arrancas. La única solución es ir a la pelu de las pelucas para que te la coloquen con unas pinzas especiales y te cobren los 40 euros correspondientes. No merece la pena, y mucho menos en invierno cuando puedes apañártelas con un gorro.

Siempre he tenido mucho pelo y me alegra ver que todo vuelve a su estado natural. Lo que no me gusta tanto es que tengo la cabeza de un color ceniza que ni fu ni fa. ¡Y cientos de canas! Supongo que hace tiempo que estaban ahí, pero a base de ir dándome reflejos se iban tapando. Ahora asoman por doquier. 

Así que hoy he ido a la peluquería. ¡Qué gustazo! Igual que me pasó con el gimnasio, ir a la pelu era una de mis rutinas periódicas y volver a hacerlo "me llena de orgullo y satisfacción". He ido decidida a quitarme el color grisáceo, quiero alegría, quiero color. El resultado ha sido (sin quererlo) un mimetismo sorprendente con Milka. Dicen que los perros acaban pareciéndose a sus amos, pero nunca había oído que los dueños pudieran asemejarse a sus mascotas. 




He aprovechado el desmelene para guardar la peluca en una caja. Les he propuesto a las chicas hacer la fiesta de las ratas cuando todas tengamos pelo. La idea es exponer todas las pelucas en una casa y echarnos unas risas mientras nos tomamos unos vinos.

#adiosrataadios

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